miércoles, 22 de marzo de 2017

La poesía de cancionero, Jorge Manrique y las Coplas a la muerte de su padre

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     Jorge Manrique es el autor más importante de la lírica culta del siglo XV. Vivió durante la época de los Reyes Católicos (nació sobre 1440 y murió en 1479), y en la guerra civil castellana tomó el partido de Isabel frente a su sobrina Juana (llamada la Beltraneja).
     Responde al prototipo de cortesano que encontramos en el Renacimento: un noble que se dedica tanto a las letras como a las armas. De hecho, murió en una escaramuza mientras se dirigía al castillo de Garcimuñoz, en manos de uno de los enemigos de Isabel, Diego López Pacheco. Recibió una lanzada, y el propio Pacheco le envió uno de sus cirujanos, pero murió donde tenía instalado su campamento. Fue enterrado en el Monasterio de Uclés, donde estaba enterrado su padre.
      La obra de Jorge Manrique no es demasiado extensa, pero es un clásico de nuestra literatura. Escribió unas cuarenta composiciones, de tema amoroso, burlesco o doctrinal, que en general se inscriben dentro de la llamada lírica de cancionero. La lírica cancioneril se denomina así porque la conservamos recogida en cancioneros, que eran recopilaciones realizadas en el marco de una corte, que incluían composiciones de diferentes poetas y también de carácter popular, que algún noble recogía. Los más importantes son el Cancionero general de Hernando del Castillo, el Cancionero de Baena y el Cancionero de Estúñiga . Merece la pena echar un vistazo al  Cancionero de Palacio, algo posterior, que es fundamental para entender la música del Renacimiento.

Cancionero de Stúñiga.jpg
El Cancionero de Estúñiga. Quiero uno.














  La obra más importante de Jorge Manrique son las Coplas a la muerte de su padre, que ya por sí sola es suficiente para considerar a nuestro poeta como uno de los grandes de la literatura española. Es una elegía compuesta tras la muerte de Rodrigo Manrique, su padre, que había sido maestre de Santiago, pero es mucho más que eso: también es un compendio de reflexiones sobre la vida y la muerte, el tiempo, la memoria...
   Las estrofas que componen esta elegía se denominan coplas de pie quebrado:
8    a
8    b
4/5 c
8    a
8    b
4/5 c

   Las coplas se dividen en tres partes, que van de lo más general a lo más concreto.
   En la primera parte encontramos una meditación sobre diferentes cuestiones: la fugacidad de la vida, la inexorabilidad de la muerte y su poder igualatorio, el desprecio de los bienes terrenales, lo cambiante de la fortuna, la importancia de la vida eterna, por encima de la terrena... Se desarrolla el pensamiento medieval de que el tiempo pasa rápido y nos lleva inevitablemente a la muerte a todos sin excepción. Por tanto, lo que tenemos en vida no es importante: es fácil perderlo y, además, la muerte nos lo acaba arrebatando. Es necesario, pues, prepararnos para la vida verdadera, esto es, la otra vida.
   Estas reflexiones son temas recurrentes en la literatura; lo que denominamos tópicos, que a menudo se enuncian en latín:
    "Tempus fugit": la fugacidad de la vida.
    "Memento mori": recuerda que vas a morir. La inexorabilidad de la muerte.
    "Comptemptus mundi": menosprecio del mundo.
    "Fortuna mutabilis": la Fortuna es cambiante.
    "Omnia mors aequat": el poder igualatorio de la muerte.
    "Vita flumens": la vida es un río.
    "Homo viator": la vida es un camino y el hombre un caminante.

Aquí tenéis las tres primeras estrofas de la obra:

I
Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el placer;
cómo después de acordado
da dolor;
cómo a nuestro parecer
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.
II
Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera
más que duró lo que vio,
pues que todo ha de pasar
por tal manera.
III
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir:
allí van los señoríos,
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos;
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.

   La segunda parte la forman ejemplos probatorios de la doctrina que aparece en la primera parte. El tópico más repetido es el de "Ubi sunt?", pregunta retórica que hace referencia a los que ya no volverán.
  Aquí tenéis dos estrofas de esta segunda parte. Mirad cómo nos sitúan en una corte, la del rey Juan II (el padre de Isabel la Católica), llena de poesía, torneos, música, baile...ya perdidos. Los personajes que se enumeran, tan poderosos...están muertos. "Ubi sunt?":
 
 
XVI        
¿Qué se hizo el rey don Juan?
Los infantes de Aragón
¿qué se hicieron?
¿Qué fue de tanto galán,
qué fue de tanta invención
como trujeron?
Las justas y los torneos,
paramentos, bordaduras,
y cimeras,
¿fueron sino devaneos?
¿Qué fueron sino verduras
de las eras?

XVII      
¿Qué se hicieron las damas,
sus tocados, sus vestidos,
sus olores?
¿Qué se hicieron las llamas
de los fuegos encendidos
de amadores?
¿Qué se hizo aquel trovar,
las músicas acordadas
que tañían?
¿Qué se hizo aquel danzar,
aquellas ropas chapadas
que traían?

   La tercera parte es la más concreta y ya hace referencia a la muerte del padre de Jorge Manrique. 
   Primero evoca la figura de Rodrigo Manrique, que recoge todas las virtudes del caballero cristiano:

XXVI
¡Qué amigo de sus amigos!,
¡qué señor para criados
y parientes!,
¡qué enemigo de enemigos!,
¡qué maestre de esforzados
y valientes!,
¡qué seso para discretos!,
¡qué gracia para donosos!,
¡qué razón!,
¡cuán benigno a los sujetos!,
y a los bravos y dañosos,
¡qué león!

  Y, finalmente, aparece la escena de la muerte. En la época el tema de la muerte es habitual, pero a menudo se trata de una muerte burlona, cruel. Son muy comunes las danzas de la muerte o danzas macabras, representaciones de esta como un esqueleto o un cádaver a medio corromper, que baila con personajes de diferente condición social, puesto que "Omnia mors aequat".
Oratorio dei Disciplini, Clusone (Italia)
  En este caso la muerte no es burlona, sino amable; una muerte amiga, y D.Rodrigo dialoga con ella en un ejemplo perfecto de "buen morir". En la época había pánico a morir de muerte repentina, sin tiempo a prepara el alma para el más allá. El maestre es un ejemplo de buena muerte, igual que lo fue de vida virtuosa:

XXXVIII
«No tengamos tiempo ya
en esta vida mezquina
por tal modo,
que mi voluntad está
conforme con la divina
para todo.
Y consiento en mi morir
con voluntad placentera,
clara y pura,
que querer hombre vivir
cuando Dios quiere que muera,
es locura.»

 
  La última estrofa me encanta: es, de nuevo, la imagen del buen morir. Rodeado de sus seres queridos, con sus facultades mentales intactas, fallece, pero queda el consuelo de su recuerdo. Se nota aquí la voz del hijo que recuerda a su padre, pero no solo eso; también aparece un tópico ya más renacentista que medieval: la vida de la Fama. Ya no importa solo la vida eterna: el recuerdo que dejamos, si bien no es tan importante como la vida del más allá, también tiene valor. 
  Recordad que se trata de una obra prerrenacentista, con características medievales, pero también algunas que adelantan lo que será el pensamiento renacentista:

XL
Así, con tal entender,
todos sentidos humanos
conservados,
cercado de su mujer,
Y de sus hijos y hermanos
y criados,
dio el alma a quien se la dio,
el cual la ponga en el cielo
y en su gloria,
y aunque la vida perdió,
dejonos harto consuelo
su memoria.



















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